Este se merece estar acá, aunque no sea reciente. Ya vendrán cosas nuevas, pero mientras tanto, "se conforman o se joden", como decía Aristóteles.
(Más que nunca, al Negro Fontanarrosa, perdón por tan poco).
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- La puta madre, qué calor que hace. Menos mal que vos tenés aire acondicionado acá.
- Igual no te hagás ilusiones que estoy en la terraza. Pero tengo un par de cervezas frías, ahí en la heladerita. Los rolitos de la Shell me salvaron.
Era domingo, pero un domingo atípico. Triste, casi un feriado. Luto nacional por la muerte de vaya uno a saber quién. Alguien importante; importante para toda la parcialidad no futbolera, claro, que tenía ganas de salir a saquear minimercados con tal de reinstaurar el orden del torneo barrial.
- ¿Me estás jodiendo? ¿Con este calor y en la terraza? ¿Para qué carajo te compraste un aire acondicionado?
- Ahora vas a ver, y vas a cerrar el culo. Vamos para arriba.
- Negro tenías que ser, no ves. Te compraste el aire porque te convenció la tele, como los cartoneros, ¿no viste? Empujan un carrito pero tienen celular. Dejame de joder.
- Ah, disculpame, porque vos sos un albino. Blanquito como Sting, pelotudo.
- ¿Cómo quién?
- ¿Vos sos boludo?
- Sí, pero además no se quién es ese. ¿Steen dijiste?
- Vamos para arriba…
El sol pegaba más fuerte que Perfumo en el área chica. Idénticamente. Te mataba, pero ni te dabas cuenta. Y después, más frío, puteabas hasta al más santo. Subieron los 12 escalones y ya transpiraban. Contra una esquina, un pedazo de lienzo viejo de unos 6 metros de largo por 3 de ancho, deshilachado en las puntas, se sostenía con 4 ladrillos huecos. No había viento, pero no fuese cosa que se moviese. El perro, compañero fiel, dormía en la esquina opuesta la misma siesta que medio barrio.
- ¿Qué estás haciendo, Lionel?
- Un disfraz para usar con tu vieja. Le gustó la fantasía medio romana, qué se yo. Es tan puta que no la entiendo.
- Jajaja, dale boludo.
- Una bandera para Marcelito.
- ¿Qué Marcelito?
- Tinelli, boludo. Con el programón que tiene…
- ¿Cómo?
- La concha de tu madre, Rubén.
- Gracias. Le mando tus saludos.
- Marcelito, boludo. ‘La sierra’. El 5 del Club.
- ¿¿El cavernícola ese??
- Sí.
Marcelito ‘La sierra’ Sánchez era el 5 del club del barrio, Maradonianos Unidos. Era famoso, odiado, amado y respetado por haber ido preso, él sí, realmente, por una patada en una gresca en la final del interbarrial del año 2000. Tampoco se sabía con precisión la cantidad de expulsiones que había sufrido en toda su carrera, pero los más vitalicios asumían que prácticamente jugaba domingo por medio. Un verdadero asesino dentro de las líneas de cal. Veterinario de profesión. Casado hace 9 años y contando, con 2 pibes, mellizos, que casi lo obligan a mudarse de barrio para ahorrar una moneda. Los amigos lo aguantaron, muchos quizás pensando en el futuro del Maradonianos Unidos, con los mellizos Sánchez plantados en un encarnizado e insensible doble 5.
- ¿Justo a él, con lo que pregona el Club? ¿Con el nombre que tenemos?
- Ah, porque el Diego nunca pegó una patada, dale…
- Bueno, pero no vas a comparar…
- Y no, ¿cómo voy a comparar a algún muerto de nuestro Club con el Diego, sos boludo?
- Bueno, pero por ahí era mejor un homenaje al Brujo, a Arielito. Es medio pachorriento, pero la mueve, la mueve mucho.
- Pero a Arielito cualquiera le hace una bandera. ‘La Sierra’ se la merece y yo nunca vi una. Y eso no puede ser, viejo. No puede ser.
- No se, yo se la haría a otro.
- Sí, bueno, vos también te comerías a un travesti.
- Andá a cagar, boludo.
- Dejame hacer la bandera en paz, querés. Si el Diego también pegaba.
- ¡Pero a él se la daban mucho más!
- Sí, bueno, a Monzón lo cagaban bien a trompadas, pero después te sacudía 2 veces y te dejaba vendiendo La Solidaria.
- Jajajaja, qué hijo de puta, mirá el chiste que hacés.
- Claro, ¿vos te cagás de risa y el hijo de puta soy yo?
- Jaja, tenés razón.
- Aparte sabés que es una joda, si mi primo vende La Solidaria.
- Cierto… ¿cómo anda el Titi? ¿Bien?
- Bien, ahí. Se maneja sólo. Y eso que la tiene jodida, eh. Pero se maneja sólo. Yo igual siempre que puedo lo voy a ver. Es un fenómeno, el Titi. ¡Lo que seguiría jugando de no ser por ese camión hijo de puta!
- Es verdad, ¡qué desastres hacía en el área ese loco! Una lástima. Pero bue, así y todo, por lo menos la sigue contando.
- Sí, sí, ni hablar.
Una de las cervezas ya era historia. No había pasado ni una hora, y el sol seguía rajando el techo. El perro seguía durmiendo. El aire seguía encendido, sin nadie que lo disfrute, colaborando como las cuotas al probable apagón nocturno por sobreconsumo. La bandera, al menos, iba más encaminada.
- Che, es con X, eh. Es ‘eXponente’.
- Dale, boludo.
- En serio, ignorante.
- No, te digo que dale, ¿no ves que lo puse a propósito? Es irónico, por lo bruto que es Marcelito en la cancha.
- Bruto sos vos, y encima un mentiroso de mierda. ¿Cuándo vas a terminar el secundario?
- Cuando de clases tu vieja, jaja.
- Jaja, qué pelotudo.
- ¿Jugamos un pool? La mesa sigue rota, pero más o menos tira. El calor me está matando.
- Sí, dale. Yo no doy más tampoco. Bajemos la cerveza que queda.
Rubén subió el historial de pool a su favor a 17. Llevaba la cuenta exacta. Lionel insistió en no convalidarlo por mojar el paño con cerveza, acción que le valió una catarata de insultos que despertaron al perro.
- Un carajo, son 17. Si querés te pago el arreglo de la mesa de una puta vez, o nos cagamos a trompadas. Pero son 17. Bancátela.
- Mirá que no te gustará perder que hasta pondrías toda esa guita, qué hijo de puta. Por orgulloso nomás te la voy a agarrar. Así te duele.
- Más te duele el culo a vos, ¡hijo!
- Jaja, encima es cierto. Ya lo voy a dar vuelta, por lejano que parezca. Todos los imperios se caen.
- Mejor andá dejando de fumar entonces, porque sino no te alcanzan los años, gil.
- Me hiciste acordar cuando Marcelo lo levantó en el aire al ‘Mago’ Moreno, ¿te acordás? ¿El 9 ese de Recolectores?
- Uhh, sí. ¿Cómo me voy a olvidar? La primer fractura expuesta que vi en mi vida. Nunca sentí tanto dolor en mi vida, ni con un pelotazo en los huevos. Cómo gritaba ese pibe…
- De no creer. Todavía no entiendo cómo lo rompió tanto.
Lionel recordó la anécdota por el orgullo inquebrantable de Rubén. Igualito al de ‘La Sierra’. Tenía tanta vergüenza después de ese partido que no volvió a jugar el resto del torneo. En realidad volvió a la mitad del siguiente, porque cuando había recuperado las ganas, todavía le quedaban 5 fechas de sanción por la infracción.
(Por favor, que no se malinterprete la vergüenza del mediocampista en cuestión. No era por la patada, ni por terminar con la prometedora (siempre barrial) carrera futbolística de aquél muchacho de apenas 22 años, sino por su desempeño ese día en la cancha. 5, cinco caños, ni más ni menos, le había hecho el Mago a Marcelito. 5. Y seguro hubiesen sido más, si no lo hachaba después del quinto. El pibe lo había vuelto loco. Lo peor es que no sintió remordimiento alguno ni siquiera al ver el hueso ahí, como listo para ser el banquete de algún perro callejero o algún desquiciado, como se rumoreaba de Aníbal, el dueño de la joyería de la esquina del Club. Para nada. Nervios de acero para esas cosas. Pero en cambio, para otras, las del corazón, las que calan hondo como traición de hermano, era un blando absoluto. Todavía hoy parecen resonar las paredes del bar ‘La Ojota’, con los gritos y los golpes de ‘La Sierra’ Sánchez: - Él se va a curar más rápido que yo. ¡A MI ME QUEBRÓ EL ORGULLO! ¡¡EL OR-GU-LLO!!).
- Es un estudioso, como Bielsa. ¿No viste que es casi médico?
- Estás loco.
- ¿Te pensás que eso no ayuda? Para mi que sabe dónde pegar, o que hueso es más frágil. Sino no me explico.
- Callate un poco, querés. Aparte es veterinario, no médico.
- Bueno, ¿pero no viste que había arrancado medicina? Creo que dejó en 2do. año.. algo así.
- Ah, no sabía. Mirá vos. Pero igual estás en pedo.
- Sí, yo hablé varias veces con Marcelito. Me lo cruzo en ‘La Ojota’ de vez en cuando. Igual la primera vez que hablé con él fue en ‘Paraíso’, el boliche ese que clausuraron.
- Uhh, ¡‘Paraíso’! ¿Pero pará, de qué año me hablás?
- Del 2000.
- Ah, claro. Todavía estaba.
- Sí, por eso. Bueno, y nada. Ahí hablé con él. Bah, él me habló a mi. ¿Nunca te conté?
- No, ni ahí. ¿Él te habló a vos? ¿Y qué te dijo?
- ‘HOOOOOOLA PRIMITOOOO’, me gritaba el trastornado. Me confundió con un primo. Encima creo que no tiene primos. Pero bueno, justo fue la noche que ganamos el interbarrial.
- Jajaja, qué borracho hijo de puta. ¿Y vos qué le dijiste?
- Nada, le seguí el carro. Si yo estaba peor que él, jaja.
- Así que también hizo medicina. Mirá vos. Yo igual no se si es cierto. Ese cavernícola, 2 carreras…
- Sí, es la posta. Aparte una la dejó. Me acuerdo que una vez lo hablé con Tito, además, que está metido en la Comisión.
- ¿Tito, en la Comisión? Dejate de joder. Vos te creés cualquier cosa.
- No, boludo. Si él arregló lo del yogurt.
- ¿Eh? ¿Qué yogurt?
- El sponsor de mierda ese que tenemos.
- Ahh, eso… ‘Yogurico’, jaja, sí. ¿Él consiguió eso?
- Más bien. ¿No viste que siempre tiene yogurt en la casa?
- Che, es cierto. Nunca me había puesto a pensar.
- Y bueno, ahí tenés.
- Hijo de puta. Nunca largó uno. ¿Se podrá conseguir algo?
- Ni idea, no creo. Si se debe encanutar todo él. Mejor largá algo vos, que tengo un hambre…
- Bueno, dale. Tengo algo para una picada. Destapá otra birra que yo voy armando todo y vamos para arriba. Ya bajó un poco el sol.
Era cierto, el sol ya había bajado. El barrio seguía muerto, de cualquier forma, como cualquier domingo sin fútbol. Se sentía ese vacío espiritual que no saben llenar los conductores domingueros, ni las chicharras, ni las radios con sus éxitos de estación. Ni el viento, ni los risueños chapuzones en las piletas vecinas, ni siquiera la más cruel tormenta llenaría con mil truenos la explosión de media cuadra gritando un gol, incluso sin ser al unísono, por los jubilados adelantados por la radio y los adolescentes tardíos de la señal digital por cable.
- ¿Te acordás de la revancha con Recolectores, lo que fue la previa?
- Uff, ni hablar. El miedo que tenían. Aunque los peruanos esos no se comieron los mocos, eh. Y eso que daba miedo, ‘La Sierra’.
- Yo me cagaría en las patas. ¿Cómo era que había dicho, el hijo de puta, con lo de las paredes?
- ¿Qué paredes?
- ¿No te acordás que todos hablaban de los peruanos esos porque tiraban paredes todo el partido? Si venían de golear a 2 seguidos, estaban más agrandados…
- ¡Ahh, sí, sí, tenés razón! Jaja, qué hijo de puta, este Marcelito. Siempre tenía alguna, qué cago de risa.
- ¿Te acordás? ¿Cómo había dicho?
- “Dejalos, que tiren paredes. Pero que tiren muchas y se armen un hospital, por cómo los voy a dejar si me hacen quedar parado…”.
- Jajajaja, un genio. Te das cuenta.
Y sí, era un genio. Para muchos era un genio, un exponente, para Lionel. Un ídolo. Un héroe, por aquella famosa intromisión que cortó el contraataque fatal por la punta izquierda dejando un peligroso pero finalmente intrascendente tiro libre desviado, desviadísimo por arriba del horizontal del arco local, y al puntapié siguiente el terminante pitido, ese que destruye una ilusión como una ola a un castillo de arena y sofoca cientos y cientos de gargantas como el sol más cruel, como la sed de mil desiertos. El mismo que en la otra vereda desata el fervor de un año nuevo en pleno Julio, el opaco color de las banderas jamás lavadas, el abrazo en comunión de 2, 3, 4 generaciones juntas, agrupadas en una pasión inexplicable, inentendible para lógicos y filósofos de grado, impensables en un bar más que por una mera obligación facultativa, o una improbable afición por la contaduría. Un disfrute y una pena original, no por irrepetible sino por primeriza, por la pureza de lo antiguo, de lo primario, de lo elemental. Ahí, en la quintaesencia del tiempo, habrá infiernos y habrá glorias, se oirán llantos y risas, vivas y mueras; estará la habilidad y la picardía, la magia de lo creativo y la violencia del pecado, Menotti, Bilardo, Giunta y Maradona; y el milagro será un caño, será un grito, una tribuna ensordeciendo la derrota de su equipo o el más vil de los insultos al que no lo entregue todo; lo será una curva matemática y exacta dibujada por un balón sobre 5 cabezas en fila y su fuerza inútil ante la inteligencia de la ejecución, lo será también ese cráneo perturbado por trabar de lleno ese disparo que inflaría, como el otro, aquella red: el hogar, el amor, los viejos.
El hombre mismo y su naturaleza maldita, ahí, en un juego también imperfecto, en busca, siempre, de su ambición.
MORTA PUNTO COM (REPUBLICACIÓN)
Hace 4 horas
2 mejoraron el silencio:
"- No, boludo. Si él arregló lo del yogurt."
Jajaja, tarado!
Éstas charlas son las mejores. No paran de hablar.
Beso, fuLbolero de miércolees!
Me reía solo cuando escribí eso.. jajaja. Ya se va a venir el otro cuento futbolero, a ver si puedo seguir la línea.
¡Gracias, porquería!
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Dale, a ver, ¿qué ibas a decir?