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Mi mapa ha sido siempre el mismo
y ha cambiado,
pero los puntos siguen siendo extremos y cardinales.
En mi norte
fui una noche con luz propia
y robaron mis estrellas.
Recobraste mi brillo, anestesiando a la luna.
Así,
al oeste
te abracé;
luego,
al este
me diste tu mano.
Ya no importó la inútil brújula.
Encontré lo que siempre quise:
de tus rutas, saber cada secreto
y que sigan siendo un misterio.
Recordé, en lo austral,
la inocencia del otoño.
Pisamos montones de hojas juntos.
Me hablaste de respeto.
Rejuveneciste esquinas, lugares, placeres.
El pasado, el costado cruel del arte.
Sólo importaron las horas nuevas,
- (las 5:53).
que dibujes mis palabras:
las ventanas fueron cielos, aquél árbol, un anciano consejero,
ese perro, un amigo.
Un desierto alunado,
la gama seductora:
en el manantial de tu cuello
un cactus y un cerezo.
Salvamos nuestras almas.